Entroido o carnaval de Verín.

El ciclo festivo del carnaval gallego se resume perfectamente en esta villa ourensana, célebre por sus aguas y vinos, nacida en la orilla del río Támega. Nos muestran estas fiestas la lealtad a la tradición, pero también a la libertad, a la imaginación creativa contemporánea, a la ironía y a la popular "retranca" que caracterizan los disfraces del carnaval de Verín. La llamada a la participación comunitaria, con el ya célebre "Fai Antroido", es sintomática de estas fiestas que marcan un hito en el almanaque.


La máscara más característica y arcaica de la Comarca de Monterrey es la del Cigarrón en el valle de Verin. Consta esta máscara de una careta trabajada en madera y pintada de modo que en ella se resalten las cejas, sus sonrosadas mejillas, amplio bigote, y su cínica sonrisa mostrando la dentadura y una falsa barba.
   
Colgando de la careta una suerte de mitra de hojalata pintada con motivos diversos, predominando los vegetales y los animales, siendo muy frecuente, quizás tradicional la representación del sol y de la luna. En la actualidad los característicos ornatos vegetales y astrales, son relegados por los de tipo zodiacal y otras figuras que desvirtúan el carácter primitivo de tales representaciones (indios y animales más propios de otras latitudes). La parte posterior de la mitra se cierra con una badana de piel, que en tiempos era de zorro, gato o perro, más hoy se ha visto sustituida por distintas imitaciones de fibras sintéticas. Este pellejo que cae hasta cubrir el lomo del Cigarrón, solía rematar en uno o dos rabos que a tal efecto se dejaban al despellejar al animal. Cayendo desde lo más alto de la mitra y por detrás.

Como ropa lleva vestido una camisa blanca con corbata roja (en la actualidad de colores variados) y por encima una chaqueta corta de seda con galones y ornamentos  dorados. Cubriendo los hombros, atavíos de militar con flecos dorados y paño de colores sobre ellos, sujetos con broches femeninos. La chaqueta no cierra en el pecho, sino que se asegura con unas lazadas. En la cintura, faja de varias vueltas y por encima de ella el cinto de cuero del que cuelgan por detrás, preferiblemente, seis grandes chocas. Estas chocas de cobre se alternan según sea su sonido, grave o agudo. Además de ir alternadas, deben también estar concertadas para que produzcan su sonido característico. El arte de los Cigarrones consiste precisamente en mover con soltura las chocas, usando el propio movimiento del cuerpo. Cubriendo las piernas llevan calzón corto con trenzados de lana blanca y de color, flecos y borlas, en las que predominan los colores rojos y verdes. El resto de las piernas se cubre con medias blancas sujetadas por ligas.
En los pies, calzado de zapato negro y corriente. En la mano llevan una zamarra o látigo del que pende un pellejo de piel.
   
El Cigarrón camina siempre brincando y meneando las chocas, sacudiendo con el látigo a quien se cruza en su camino. No habla y nunca se debe sacar la careta, a pesar de que en la actualidad sea cosa frecuente. La mocedad va detrás de él, ultrajándolo y llamándole cuanto quiera, menos pronunciar el nombre del que se esconde detrás de la máscara.
Aquellos a los que sacude no deben jamás tomar a mal los latigazos y el Cigarrón no puede tampoco sentirse ofendido por los agravios. Goza de total inmunidad y no puede ser tocado, es sagrado, aunque está permitido darle un "toque" en la espalda para llamar su atención.

Antiguamente los Cigarrones de Verín, pedían dinero, costumbre ésta que originó la copla:* "Cigarrón lapón mete el dinero en el bolsón", dirigida a los enmascarados tiempos atrás por la rapazada que iba detrás de él. Uno o varios cigarrones podían acorralar a los viandantes y obligarlos a que en la taberna más próxima invitasen a un vino. La obligación de ser invitados en tascas y casas también era algo corriente en la villa, siendo trocada posteriormente por miedo de tener que alquilar la vestimenta de quien quisiera disfrazarse de Cigarrón, sustituyéndose de este modo la invitación en especie por la recaudación monetaria.

* Texto original en gallego - traducción textual.

La leyenda lo describe como cobrador de impuestos y como levantador de caza de los Condes de Monterrey, señores del Valle de Verin y buena parte de la provincia de Orense en el antiguo régimen. Su origen real sigue siendo una incógnita enigmática e indescifrable para cuantos investigadores pretenden desvelar su pasado. Mientras, el sonido de sus chocas, metálico y penetrante, sigue colmando de  armonía las  calles y plazas de Verin en estas jornadas festivas.


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